Gatos negros y el tarot

El único gato del Rider–Waite–Smith y lo que revela sobre la Reina de Bastos

Este mes (octubre) seguimos el rastro de los gatos, esos guardianes antiguos y modernos que cruzan mitos y cartas. Hoy nos detenemos en el único que habita la baraja Rider–Waite–Smith: un gato negro, silencioso y lleno de significado.

En 1233, el papa Gregorio IX lanzó el decreto Vox in Rama, en respuesta a las investigaciones del inquisidor alemán Konrad von Marburg sobre la herejía y el luciferismo. El documento describía con todo lujo de detalles las supuestas orgías nocturnas de las brujas, donde aparecían uno o varios gatos —especialmente negros— como encarnaciones de Lucifer. Desde entonces, la asociación entre mujeres, gatos negros y brujería se consolidó en el imaginario europeo.

Siglos después, cuando el tarot Rider–Waite–Smith se publica en 1909, este influyente mazo del siglo XX incluye solo un gato. Y no aparece en los arcanos mayores, sino en una sola carta de la corte: la Reina de Bastos. A su lado, sentado junto al trono, encontramos un gato negro.

Este detalle no es menor. El gato negro, símbolo de inteligencia y protección, acompaña a una reina que encarna la acción, el movimiento y la fuerza creadora. Su girasol en la mano la vincula con el sol, fuente de vida, y las flores que la rodean muestran que su fuego no es destructor, sino generador.

En la tradición del tarot, los bastos pertenecen al elemento fuego: energía vital, impulso creativo, deseo y transformación. En manos de esta reina, ese fuego deja de ser instrumento de destrucción —como lo fue tantas veces en las hogueras donde ardieron las mujeres acusadas de brujería— y se convierte en llama creadora, en poder que genera vida.

Es la única reina representada con las piernas abiertas en el trono, gesto que, simbólicamente, desafía la visión medieval de la mujer como receptáculo pasivo. Aquí la vemos como sujeto activo, como mujer poderosa que materializa sus deseos.
En Las Euménides de Esquilo podemos leer un diálogo de Apolo en el que dice:

“Del hijo no es la madre engendradora- afirma-, es nodriza tan solo de la siembra que en ella se sembró”.

La Orestíada sienta las bases de la justicia y de una nueva forma de ordenar el mundo. Por eso debemos ser cautelosas cuando damos por sentados ciertos conceptos, ideas o relatos. Nada es neutro, nada se reproduce por orden divino, aunque nos hayan hecho creer que sí.

En esta carta confluyen arquetipos de lo femenino que durante siglos fueron temidos y castigados: la mujer que decide, que disfruta, que crea sin pedir permiso.
La Reina de Bastos es la “mujer monstruosa” de tantos mitos y leyendas, transformada en símbolo de poder y autonomía. Y el gato negro, su único compañero en todo el mazo, aparece como protector y consejero: el vínculo secreto entre lo visible y lo oculto.

No es casual que la única reina acompañada de un gato negro naciera del trazo de Pamela Colman Smith, artista, escritora y mística inglesa que ilustró el tarot Rider–Waite–Smith. Como la propia Reina de Bastos, Pamela fue una creadora adelantada a su tiempo: independiente, imaginativa y poco reconocida por la historia oficial (su nombre fue borrado del mazo durante mucho tiempo).

Podemos ver en esta carta una precursora de otras figuras mágicas modernas que han acompañado a generaciones de niñas y niños. Basta pensar en Luna, la gata que acompaña a Usagi —la protagonista del manga y anime Sailor Moon—: consejera, protectora y guía.
Como ellas, la Reina de Bastos es una chica mágica, un arquetipo de independencia y fuego creativo.

El gato negro, temido durante siglos, se convierte aquí en aliado de una reina que desafía las normas y elige su propio camino. Una reina que se siente cómoda con el movimiento, con el cambio, con la acción.

En El Club de las Doce creemos que mirar los símbolos con otros ojos también es una forma de sanar: lo que antes fue miedo, hoy puede ser conocimiento.

Entre nuestras barajas y el curso encontrarás más puertas para seguir explorando estos arquetipos, y quizá, al hacerlo, descubras un poco de esa reina que también habita en ti.

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