La invención de la culpa
Eva, Pandora y los relatos que enseñaron a las mujeres a temer su propio poder.
“Le cortan las alas y luego la culpan por no saber volar
”
En el Génesis encontramos dos relatos sobre la creación de la especie humana. Sin embargo, la tradición cristiana decidió divulgar solo uno: el que presenta a Eva nacida de la costilla de Adán.
Así se construye un relato que justifica la subordinación de la mujer al hombre, pues esta no fue creada a imagen y semejanza de Dios, sino como un subproducto nacido del cuerpo masculino.
Ese gesto simbólico acerca al hombre a lo divino y relega a la mujer al plano de lo secundario, lo dependiente, lo derivado. Un ser inferior por naturaleza. La otredad.
Este relato se suma a tantos otros que generan animadversión hacia lo femenino. En la mitología griega encontramos un eco de esa misma estructura: el mito de Pandora. La caída en desgracia de la humanidad tiene nombre femenino.
Pandora, creada del barro por mandato de Zeus, es enviada como castigo.
En la Teogonía de Hesíodo se la describe como la primera mujer, la madre de todas las mujeres. Zeus busca vengarse de Prometeo por haber robado el fuego del Olimpo para entregárselo a los mortales, y para ello envía un regalo envenenado en forma de mujer. Prometeo, desconfiado, no lo acepta. Su hermano Epimeteo, en cambio, cae rendido ante Pandora y condena así a la humanidad cuando ella abre su famosa jarra —mal traducida después como “caja”— y libera todos los males del mundo.
Tanto Eva como Pandora son creadas, no engendradas. Ambas aparecen como portadoras del mal y de la desgracia para los hombres: Eva muerde la manzana; Pandora abre la jarra.
Dos gestos que, en la tradición patriarcal, fundan el pecado, el castigo y la culpa femenina.
De ahí nacen los símbolos que seguimos viendo en los cuentos y las imágenes que consumimos. En Blancanieves, la bruja anciana ofrece una manzana a la joven pura e inmaculada, repitiendo el gesto de la caída: la mujer sabia, vieja o independiente es castigada, mientras la mujer-niña, obediente y casta, se salva gracias a un beso masculino.
La reina malvada va acompañada de un cuervo —otro detalle nada casual—, un ave asociada a la muerte y al mal desde la Edad Media. Pandora, el cuervo, la bruja, la manzana: todo se une en un mismo código simbólico que asocia a la mujer con la tentación, la desobediencia y la oscuridad.
Incluso la etimología refuerza el mito: manzana proviene del latín malum, que comparte raíz con malus —mal—. Así, el fruto prohibido se vuelve literal: lo “malo” en femenino.
Disney no inventó estos símbolos, pero los consolidó. Su Blancanieves y los siete enanitos reproduce el relato moralizante de la mujer envidiosa que teme ser reemplazada por otra más joven, más bella, más pura.
El hombre, mientras tanto, sigue siendo el salvador que despierta, redime y ordena.
Nos encontramos siempre con el mismo relato, que muta y se adapta, pero mantiene su función fundacional: enseñar a las mujeres a temer su propio poder.
En El Club de las Doce creemos que es hora de releer estos mitos para devolverles su sentido original: el del deseo de conocimiento, la búsqueda de libertad, la valentía de mirar el mundo de otra manera.
Profundizamos en estos relatos, mitos y arquetipos en el Curso del Tarot y Arcanos Mayores, donde seguimos los hilos de la memoria simbólica para transformarla en conocimiento y conciencia.